Narración

Cuando tratamos de buscar o identificar la identidad argentina, a veces no podemos evitar reconocer o numerar diversas acciones o elementos que son partícipes de nuestra vida cotidiana, en nuestro caso, nos viene a la memoria el famoso mate, el dulce de leche, los asados. Podemos imaginar también las características geográficas del país que lo hace significativo y reconocible para otros, etc.
Por otra parte, al realizar una especie de segundo análisis, esta vez más profundo, obviando quizá “objetos” y dirigiéndonos a “personajes”, pensamos en nuestros próceres, que son tan diversos en nuestra historia como ideologías y logros que han tenido. Al pensar en ellos ya sean San Martín, Güemes, Belgrano, Roca, Mitre, Rivadavia, etc., tenemos en cuenta las batallas, conflictos y todos los sucesos significativos que los han tenido como protagonistas y sus consecuencias que fueron construyendo el destino de nuestro país. Este gran “collage” representa a esos análisis que pretenden ser para nosotros la identidad argentina; pero esta especie de bosquejo no representa a todos, siempre y cuando se tenga una visión objetiva, y que además cae en una especie de reducción y engloba objetos icónicos y personajes casi trillados, en su mayoría masculinos.
En este trabajo trataremos de interpretar la identidad argentina a partir del análisis de la figura femenina y del peso que tuvo en la historia de nuestro país, tomando como ejemplo el monumento a la “mujer originaria” y haciendo puesta en común acerca del avance en el pensar argentino y de su forma de interpretar y aceptar los orígenes, en el pasado y en el presente.

Esta identidad nacional se consolidó, en primeras instancias, por una formación cultural derivada de la expansión europeo-occidental. Más adelante, la "criollización" de los componentes según diversos grados y estratificaciones, dio lugar a otras generaciones poblacionales que percibían de forma nacionalista y casi católica a esta idea de identidad.
Entre revoluciones y deseos pujantes de independencia económica mas que política, desde la revolución de mayo que se destacan en el ojo de nuestra historia posiciones antagónicas: aquellos que priorizaban y defendían un ideal y un modelo económico y político de país mirando a Europa y a las grandes potencias, que tenían la idea que “los argentinos” étnicamente descienden de los inmigrantes que llegaron en los barcos, y se diferencian de aquellos que luchaban por una mayor autonomía y soberanía nacional pensando en el bienestar del pueblo, aceptando la diversidad y pluralidad. En nuestra historia siempre se repitieron estos patrones, los primeros históricamente fueron los unitarios en un principio y después la llamada "oligarquía argentina", que protegía solo sus intereses económicos e influencias sociales y los otros son los que quisieron darle al pueblo mayores beneficios y autonomía, pensando la comunidad como una idea de soberanía y solidaridad, los cuales tuvieron varias definiciones, desde federales en el inicio de la nación hasta “populistas” luego. Estas divisiones políticas no se resumen al estilo europeo en derecha-izquierda ya que en cada grupo se han presentado varios matices que los han unido en ciertos aspectos y diferenciado en otros, pero básicamente queremos figurar el conflicto que se presento entre conjuntos sociales-económicos desde el inicio de la republica encasillándolos de esta manera.
A simple vista, la oligarquía llevó las riendas del país durante mucho tiempo y solo unos pocos se atrevieron a representar los intereses nacionales y soberanos. Quizás es allí donde encontramos un rasgo de nuestra identidad, en este semblante de lucha de esos pocos por el pueblo como así también por las minorías.
Esta pequeña valoración a las formaciones de ideologías y de grupos de nuestro país sirve de punto de anclaje para hablar de un personaje que cumple con todos estos requisitos y que se convirtió en toda una figura icónica y simbólica de nuestro país, en especial para el sector femenino y sus luchas sociales. Sin dudas un ejemplo a seguir en todo el mundo por su coraje, estamos hablando de Eva Duarte de Perón.
A partir del gobierno de Juan domingo Perón esta lucha entre oligarquía y sectores populistas se hizo notable. Las pujanzas comenzaron en la presidencia de Alem y la llegada del Radicalismo, en el que se quería dar más privilegios a las clases media y baja del país, pero durante el peronismo la situación se asentó.
Sin desmerecer las decisiones y la forma de gobernar de Perón, muchos estamos de acuerdo en afirmar en que la cabeza del gobierno, la que llevaba justicia y rectitud como así también solidaridad y bondad a las personas, era Evita. En referencia a esto Eva Duarte pronunció una sabia frase que se encuentra en “La Razón De Mi Vida” que engloba esta situación: “si los cuerdos habían gobernado por tanto tiempo y estábamos tan mal, sería bueno darles una oportunidad a los idealistas como yo para variar la historia”.
Eva no ocupo en ningún momento un cargo público, sino que su obra la realizo desde su fundación, la “Fundación Eva Perón”, que entre otras cosas se encargo de: la construcción de hospitales, asilos, escuelas, colonias de vacaciones, el complejo habitacional Ciudad Evita, la Republica de los Niños, otorgo becas para estudiantes, ayudas para la vivienda y promoción de la mujer en diversas facetas. Ella no tuvo una fácil tarea en la realización de su empresa, ya que según lo expuesto antes había intereses que se contrapusieron a sus voluntades, con otra visión del país, la llamada clase alta u oligarquía que no veía con buenos ojos el proceso transformador y trato por todos los medios de obstruir y hasta destruir este desarrollo de que impulsaba socioeconómicamente a la evolución de la clase media y baja.
Explicado así el rol y la importancia de Eva en la historia y por tanto en la identidad argentina pasamos a subrayar lo destacado en este trabajo, su lucha por la valorización de la mujer en la vida social. Se puede decir que ella fue la primera figura femenina con peso real y notable en la política argentina y desde su posición logro el reconocimiento de la igualdad de derechos políticos y civiles entre hombres y mujeres mediante la aprobación de una ley en el Congreso que entre sus puntos el más importante fue el establecimiento del Sufragio Universal que por primera vez en la historia argentina la mujer pudo votar y participar en la elección de gobernantes, además de la igualdad jurídica de los conyugues y la patria potestad compartida. En consecuencia los prejuicios conservadores se hicieron sentir resistiéndose a dicha medida, incluso dentro del peronismo, que evita combatió con presiones constantes al parlamento.
Además fundó el Partido Peronista Femenino, y como producto de su triunfo, que se registro como algo inédito, se eligieron en cargos públicos a 109 mujeres entre senadores, diputados y legisladores.
En resumen los cambios sociales y políticos encabezados por Eva Perón fueron considerados como hechos que trascendieron en la historia, que lograron permanecer en el tiempo y que tuvieron consecuencias en el presente. En este aspecto vemos reflejada la importancia del monumento erigido en su honor en la década pasada y denota la importante influencia que sigue teniendo su figura en la identidad argentina en relación con la dignificación de la mujer y la lucha por el bienestar de las clases menos pudientes en oposición a la ideología que impero en gran parte de la historia del país de las clases altas u oligárquicas.
Anteriormente, después o de forma paralela a los pasos de Eva se encuentran muchas otras mujeres que han luchado por causas honorables. Todos los logros obtenidos a pesar de ser lejanos unos de otros en el tiempo, con mucho esfuerzo, lograron ser significativos para todas las personas, reclamando por mas derechos y lugares en la sociedad.
Desgraciadamente, muy atrás en nuestra historia, la voz de toda una población y especialmente de sus miembros femeninos ha sido brutalmente acallada de la mano de una oligarquía asesina, que siguiendo intereses económicos ha burlado y destruido un rico y valioso legado nacional: las comunidades aborígenes.
Resumidamente podemos destacar el significado que tenía para estas interesantes comunidades, el papel femenino: representaban la fertilidad, el potencial y la sabiduría de poder dar vida, de poder dar a luz a un nuevo ser. Todos estos nuevos seres, formarían un gran grupo al que se les fue quitado el derecho de ser llamados por mucho tiempo, nuestros antepasados, nuestros hermanos y a ellas, el derecho de ser llamadas nuestras madres.
La campaña del desierto encabezada por el general Roca en el año 1878 se encargo de “limpiar” de aborígenes vastos territorios de nuestra Patagonia sin piedad, ni siquiera por los niños y sus mamas.
Hoy, después de mucho esfuerzo y conciencia, reconocemos a los aborígenes como nuestros antepasados, como parte de nuestra identidad destruida, pero que aun continua latente. Como resultado de este proceso, se ha impulsado en la actualidad un proyecto para levantar un monumento de 10 toneladas de bronce llamado La Mujer Originaria, que reemplazara a el monumento del general Roca, responsable máximo del genocidio.
La obra que homenajeará a los pueblos originarios tendrá como imagen alusiva a una nativa en su entorno natural, íntimamente ligada a la Pachamama. La fuerte mención a la vida y al símbolo de fertilidad por sobre la cruel muerte que ha caído sobre miles de nativos representa el concepto central. La resistencia indígena y su renacer en todas las naciones hermanas estarán reflejados en la Wiphala (el símbolo de identificación Nacional y Cultural de los Andes Amazónicos), enarbolada orgullosamente en sus brazos.
Sin dudas para la mujer aborigen y para todos sus hijos, luego de tantos siglos de dolor y de olvido, puede decirse que la batalla ha sido ganada y otro logro más se escribe en la historia.

Por último y como figura femenina acentuada en la historia argentina nombramos a quien se destaco por su tesón y valentía para lograr sus objetivos: Dolores Mora de la Vega, más conocida como Lola Mora. Ella es considerada la primera escultora argentina y su monumento principal Fuente de las Nereidas fue el primero en ser inaugurado en Buenos Aires que su autoría y realización son obra de una mujer. Se la considera a ella toda una transgresora en la sociedad de principios del 1900, por su estilo tan particular que la destacaba en aquel entonces en una sociedad que reprimía las aspiraciones de trascendencia de las mujeres; Como ejemplo de su rebeldía se puede decir que utilizaba pantalones, algo totalmente condenado para lo generalidad de la población de ese entonces.
Lola de origen tucumano, plantea al gobierno porteño de aquel entonces ofrecerle una fuente artística como agradecimiento a la financiación que el estado le había brindado para su formación como escultora en Italia.
Luego de su realización en Italia la escultura fue traída y ensamblada en Buenos Aires. Esta fue concebida como una exaltación a la figura de la mujer teniendo como protagonista a Venus, la diosa del amor. Como primera ubicación se le había asignado el lugar que ocupa la Pirámide de Mayo en la Plaza de Mayo, pero nadie contaba con el detalle que dicho monumento contenía desnudos que ofendieron en gran medida a los moralistas, conservadores y religiosos. Finalmente la fuente fue inaugurada primero lejos del casco urbano central (a la cual curiosamente no asistió ninguna mujer por lo inmoral de la obra) en la plaza Colon, y luego trasladada más lejos a la Costanera Sur. Aquí notamos de vuelta como ciertos sectores sociales quisieron volver a callar la expresión legítima en este caso a través del arte de los ciudadanos, basándose en prejuicios y costumbres arraigadas a una identidad que se buscaba establecer en esa época y mas acá en el tiempo que como vimos se detuvo con la llegada de los radicales en primera medida y luego de manera profunda con el peronismo. Quizás la salvedad que se puede hacer en este caso es que Lola Mora provenía de la clase alta de la sociedad argentina, pero su espíritu de artista la llevo a desafiar con esfuerzo los regímenes establecidos que estaban impuestos por ese entonces; por ejemplo muchos hombres de renombre de aquel entonces cuestionaron el talento que podía llegar a tener ella, ya que por la calidad de la obra, decían que solo la podría haber llegado a realizar solamente un varón, tildando a Lola y por consiguiente a todas la mujeres como sin talento para trabajos que requieren gran habilidad.
Para finalizar el análisis de la obra de Lola Mora se puede decir que fiel a la corriente de esa época europeizante de la arquitectura y cultura argentina, ella había esculpido las figuras de la fuente inspirada en la mitología clásica y tomando elementos de estilo propios de las hermosas fontanas de Roma porque pretendía realzar este carácter que se pretendía de Buenos Aires.

Identidad Argentina

Estamos cerca del segundo centenario de la Revolución de Mayo. ¿Cómo se contaron los años que constituyeron el primero?

—Contar la historia es una forma de operar sobre la identidad na cional. El Centenario fue un momento de rediseño de nuestra identidad. En realidad, hubo un primer momento fuerte en torno a la Generación del 37, que es la primera que se plantea hacer en la cultura el tipo de ruptura que en lo económico y político había concretado la Revolución de Mayo. Como dije, el otro gran momento de redefinición de la identidad nacional parte de fines del siglo XIX y tiene su momento culminante en el Centenario. Está muy ligado al caudal inmigratorio impactante que produjo, en un país con baja población, un cambio incluso en la percepción de las caras, de los idiomas y de los acentos. Hubo que instrumentar ahí un dispositivo estatal y por una vez en la vida argentina el Estado funcionó creando un dispositivo de incorporación cultural. Eso supuso algunos movimientos, como la recuperación de lo español. Entonces, cuando se trata de reinventar un pasado y de marcar la diferencia entre los argentinos con tradición frente a los recién llegados —a los que se quería volver argentinos—, esa recuperación del pasado criollo incluyó una revaloración del pasado hispánico.

¿Ahí se construye nuestro panteón de héroes?

—Se consolida. Nuestro panteón oficial corresponde a la tradición liberal, ya fuera de Echeverría, de Sarmiento o de Mitre. Los dos grandes biografiados de Mitre, que son Belgrano y San Martín, llegan al Centenario ya consagrados como próceres. El Centenario implica su confirmación. Y lo que comienza es la incorporación de Sarmiento. Así se forma la trilogía San Martín, Belgrano, Sarmiento, cuyas fechas de muerte son nuestros feriados.

¿No es significativo que se haya instalado en nuestro panteón a dos personas con una relación problemática con el poder, como lo fueron San Martín y Belgrano?

—Hay un movimiento muy particular, que yo pude rastrear en Mitre y en Sarmiento, porque Sarmiento participa también de la consagración de San Martín. ¿Cómo hacer de la prescindencia política —que es la clave en la que narran a San Martín— una virtud, cuando ellos están haciendo exactamente lo contrario? Más allá de si esa prescindencia política en San Martín es históricamente verdadera o se trata de una construcción narrativa, lo cierto es que San Martín se consagra como el héroe que no se rebaja a la guerra civil. En realidad, lo que hacen tanto Sarmiento como Mitre es señalar períodos: hay uno de consolidación de la independencia, que es el ciclo que abarca San Martín, y en él todo tipo de diferencia interna atenta contra la consolidación de la independencia de España. En ese marco, la prescindencia sanmartiniana es virtuosa. Cuando esa independencia está ya asegurada, se abre un nuevo ciclo, que es el de la consolidación política interna del país. Con lo cual, ellos no solamente no estarían entrando en contradicción con el virtuosismo de San Martín sino que se convierten en sus herederos.

¿Por qué San Martín aparece, en nuestro panteón, en un escalón superior a Belgrano?

—En Mitre se puede rastrear algo sobre esta cuestión. Mitre titula "Historia de Belgrano y de la independencia argentina", y luego "Historia de San Martín y de la emancipación sudamericana". Hay un salto, como si Belgrano fuera el héroe nacional de cabotaje, y San Martín tiene una dimensión de exportación, de despliegue más allá de las fronteras.

¿La proyección latinoamericana de San Martín nace en la forma en que se narra la historia argentina?

—Sin duda. La idea de que Bolívar y San Martín están a la par, la idea de que —cuando se habla de la Copa Libertadores de América— los libertadores son San Martín y Bolívar, es una perspectiva netamente argentina.

Un tema literariamente apreciado parece ser la reconstrucción de la entrevista de Guayaquil.

—Es un momento donde la historia funciona como si fuese literatura, pero ya no porque uno la ficcionaliza sino porque los hechos ocurrieron con una combinación de enigma y de intriga muy literaria. La resolución argentina en la narración es la superioridad moral de San Martín, que es el modo de equilibrar la evidencia de la superioridad militar, política, histórica, simbólica de Bolívar. La única manera es inventar una ficción de paridad de simetría.

¿Cómo, exactamente?

—Bolívar hace en el norte lo que San Martín hace en el sur, dos flechas simétricas y proporcionales que se tocan en Guayaquil. Y la entrevista, que se resuelve claramente en favor de Bolívar, se compensa con la versión de la superioridad moral: Bolívar, ambicioso, quería la gloria; San Martín, desprendido, le dejó la consagración porque no tenía ambiciones. Esto es una construcción narrativa. San Martín, como corresponde a un héroe, fija y delimita la identidad nacional, pero después va más allá de las fronteras que él mismo marcó. Porque va a Chile, va a Perú y se exilia, y muere en el exilio. Entonces, San Martín tiene la posibilidad de la definición del nosotros, de la identidad nacional, pero también resuelve el tipo de relación con esos otros que están fuera de las fronteras y que no necesariamente son contrarios —pueden ser los hermanos latinoamericanos. Pero hay que resolver esa fraternidad y la relación con lo español, que es, al mismo tiempo, de hostilidad y de pertenencia. Si se quiere rastrear, en las que serían las narraciones de fundación de nuestra identidad nacional, de dónde viene nuestro mito de superioridad, esta figura de San Martín que lleva la libertad, esta generosidad sanmartiniana de legarles la libertad a los hermanos latinoamericanos tiene algo de una fraternidad que presupone que hay un hermano mayor y un hermano menor. San Martín resuelve así la figura paternal del padre de la patria, la relación con la complicada maternidad de la madre patria España, y también el sistema de fraternidad con un toquecito de aire de superioridad de los argentinos, que todavía suponemos estar un cachitín por encima del resto de los países latinoamericanos.

Esta visión de San Martín es la que domina. Se hizo natural.

—En realidad, se trata de operaciones culturales de los intelectuales que apuntaron a definir un tipo de identidad nacional, un tipo de pasado nacional, un tipo de tradición nacional. Parte de su eficacia consiste en que consiguen naturalizarse. O sea, uno asume esa identidad y ese pasado en la medida en que no lo ve como construido, sino como dado, como "natural". Pero lo cierto es que es evidente que hay una intervención y que el lugar de lo hispánico se redefine, como el lugar donde se pone a Rosas, y que los movimientos entre Belgrano y San Martín narrativamente se ajustan. En realidad, se ven todo el tiempo operaciones, ajustes, construcciones.

Pero todos coinciden en reivindicar a San Martín.

—San Martín es un punto intocable. Se puede ir, incluso, a versiones más radicalizadas, a las perspectivas de izquierda, que trazan genealogías diferentes: donde una arma San Martín-Belgrano-Sarmiento, la otra dice San Martín-Rosas, y la tercera liga a San Martín y al Che Guevara. San Martín es una especie de foco de irradiación que prácticamente nadie toca. Sólo una puesta en cuestión del paradigma de argentinidad ya establecido puede llevar a cuestionar a San Martín. San Martín y la argentinidad se han hecho el uno al otro, en gran medida. Por lo tanto, es muy difícil ratificar un paradigma de argentinidad y desalojar a San Martín. Sólo si se revisa qué idea tenemos de lo que es ser argentino, y cómo se hizo, y se somete a discusión, se puede realmente revisar a San Martín.

¿Por qué prevalece la línea San Martín-Belgrano-Sarmiento y no la que lleva a Rosas, o al Che Guevara?

—¿Por qué la tradición liberal es la hegemónica en la Argentina, dice usted? Es la eficacia de una operación cultural: funcionaron esas narraciones en su capacidad de fundar creencias y adhesiones. Pero luego también hay una instrumentación política, que es que esas narraciones funcionan también porque hay una política estatal, donde esta versión se instrumenta, se enseña, se convierte en manual escolar, y se traduce a prácticas, ritos, efemérides. Y eso ya es una política de Estado.

Claudio Martyniuk.

Mate



Mate: esta palabra que proviene del quichua "mati": calabacita, que es el fruto de una planta, y adecuadamente acondicionado (curado) sirve de recipiente para preparar "el mate cebado".
Es una infusión, se puede tomar dulce o amargo. Y su compuesto la yerba mate es la materia prima para la preparación del mate. Se utiliza son las hojas convenientemente secadas, trituradas y estacionadas. Yerbas las hay de varios tipos con distintos grados de estacionamiento y selección, tamaño de triturado, molienda equilibrada, entre otras características.


Según al antropólogo Daniel Vidart, el mate es algo más que una bebida. Es una tradición que vence las costumbres aislacionistas del criollo y empareja las clases sociales... y a través de los tiempos, es el mate quien hizo la rueda de amigos, y no la rueda quien trajo al mate. Y no solo eso, también es un símbolo para todo aquel que se aleja de su país natal  y encuentra en él una remembranza y un enlace con su tierra.

Dulce de Leche



El Dulce de Leche es un alimento que se confecciona con leche, azúcar, esencia de vainilla; y es un habito de alimentación que nos identifica a los argentinos.


Su origen: Cuentan ciertas anécdotas históricas que, en cierta ocasión, por el año 1829, se reunieron en Cañuelas, a 65 kilómetros de Buenos Aires, en la estancia del Caudillo Federal Juan Manuel de Rosas, éste y el Unitario Juan Lavalle.
Éste último, pariente y enemigo político de Rosas, llegó antes a la cita y se recostó en una cama, quedándose dormido, rendido por el cansancio.
La criada, que preparaba al fuego la "lechada" (leche con azúcar) matutina para cebarle mate de leche a su patrón, al ver la actitud del enemigo del "Restaurador", fue a dar aviso a los guardias.
Al llegar Rosas, dejó que Lavalle descansara un buen tiempo más, y cuando éste despertó, pidió el mate de leche, a lo que la criada recién tomó conciencia de que la leche azucarada continuaba hirviendo desde temprano. Y cuando fue a buscarla encontró que se había convertido en una sustancia espesa y marrón oscura.
Al plantear lo sucedido, cuentan que Rosas la probó y le agradó el gusto, por lo que compartió con su enemigo político, lo que más adelante iba a ser el dulce criollo de la industria láctea argentina.

El Asado




Esta página intenta ser un humilde aporte al saber popular sobre el rito del asado, que por nuestras tierras, constituye una de las mayores tradiciones gastronómicas de nuestro pueblo, y a su vez, una excelente excusa para convocar a un encuentro social.

Muchos se preguntarán: "¿Qué dificultad puede haber en un asado?". Algunos creerán que tan solo con prender el carbón y tirar la carne sobre los hierros calientes, se consigue una buena parrillada. Pero permítannos disentir. No es tan fácil. Al asado hay que "darle el punto justo", hay que "tener mano". Es algo así como "el duende", "la magia", "el arte", "el sentimiento"… Es el esmerarse al máximo, para agasajar a un amigo. Son las "gotitas de esencia", que se atribuyen a quien hace gala de su maestría en cualquier arte u oficio.

Estamos hablando del sellado de las carnes, el primer golpe fuerte de calor para que forme esa costra que impida la salida de jugos; del alejamiento de las brasas, para evitar la rápida abrasión y conseguir un asado lento; del cuidado de la llama, para que no atente contra la superficie; del breve reposo de la carne tras la cocción, para que desarrolle al máximo su gusto.

Características geográficas

El área de Argentina es de unos 2 766 889 kilómetros cuadrados, lo que hace que este país ocupe el segundo lugar en Sur América, después de Brasil.

Argentina comprende un diverso territorio de montañas, tierras altas y mesetas. En todo su borde oeste se encuentran los Andes: el mayor sistema montañoso del continente suramericano. La Patagonia de los Andes forma una banda natural que marca la frontera entre Argentina y Chile, donde las elevaciones exceden a los 3600 metros. El Aconcagua es el pico más alto, con unos 6960 metros de altura. Al sur de las Pampas el terreno es muy árido y desolado.
Hacia el este limita con el océano atlántico y ríos, el más importante es el Paraná, que se encuentra en la región norte del país y constituye la frontera entre Argentina y Uruguay. Otros ríos y afluentes importantes son El Paraguay y el Río de la Plata, el Río Colorado, el Río Salado y el Río Negro. El Paraná-Uruguay forman un sistema navegable de alrededor de 3000 kilómetros. La hidrografía de Argentina también incluye numerosos lagos, particularmente al pie de la Patagonia de los Andes.

Identidad Argentina (2)




Es por decirlo que a este canto doy mi voz
soy nacido en Buenos Aires 
con tango robado a la imaginación
o al recuerdo no lo sé.

Y aunque burles este intento
que pretende demostrarte
Que no soy yo quién olvidará el pasado 
y a esos hombres que han dado a parir identidad.

Sopladores y compinches
soñadores de la fiesta
nocheros de mercaderías que hoy
se abanican por doquier
y aunque falta poco tiempo
para que el siglo se muera
supermercados plastificau no
no me dan fiau; porque de la baja soy.

Me desnudo en este espiche
sin máscaras ni caretas
no curro y me escurro de que algún turro habrá
que me busqué de revés
soy maldito porque siento
como pocos hay que sientan
de mis entripados me voy liberando, cantando
y hoy por hoy historiando, en camino al más allá

Mujer Originaria

Identidad Catolica

Desde la década de 1930, el catolicismo supo presentarse a sí mismo como si se tratara de una identidad política con sus enemigos claramente definidos, sus propias consignas ideológicas e incluso una red muy sólida y articulada de organizaciones que lo sustentaban y le daban cuerpo. Una vez advertida su presencia por los historiadores, no faltaron estudios que llamaron la atención sobre la importancia que habría tenido para esclarecer procesos históricos posteriores, en especial, el ascenso o la caída de Perón. Pero si esa identidad política católica efectivamente existió, es poco en verdad lo que sabemos acerca de ella.

A fin de explicar cómo se habría constituido esta identidad política, consideramos necesario tomar como punto de partida el momento de los debates de la década de 1880. No porque podamos identificar en esta fecha los orígenes de la identidad política católica; en realidad, no puede escribirse una historia lineal y acumulativa de ella. Si elegimos la década de 1880 como punto de partida, pues, no es con el propósito de datar allí el nacimiento de la identidad política católica, sino como simple premisa argumentativa.

Evitaremos recaer en una interpretación por etapas acumulativas que se podría esquematizar de la siguiente manera: la “derrota” de la década de 1880 en primer lugar; luego, el consiguiente deseo de revancha que se habría intensificado hacia la década de 1930 y que habría alcanzado su redención en 1943 primero, y luego en 1947 con la legalización de la enseñanza religiosa; más tarde, el creciente deterioro de la relación entre Perón y la Iglesia Católica, agravado fatalmente en 1954; por último, la “victoria” decisiva alcanzada en 1955, cuando Perón fue derrocado en nombre de un catolicismo que podía confundirse fácilmente con el antiperonismo. Los matices que este relato encuentra entre los historiadores son sin duda variados. Sin embargo, aún con sus diferencias, existe entre ellos una constante: se suele considerar a los católicos como portadores de una identidad política en la que sólo se modifica su carácter de vencedor o
vencido. Así, se pudo contrastar a los católicos perseguidos y derrotados en 1880 con los católicos redimidos en 1934, 1943, 1947 o 1955, a riesgo de dar por sentado que allí donde hay católicos que alcanzan cierta presencia social habría también una identidad política que estaría más o menos cerca de obtener su tan ansiada redención... y en caso de que no la obtuviera, será fácil achacar la causa de ese revés a la existencia de algún enemigo externo que obstaculizaría irremediablemente ese tránsito tan anhelado a la “victoria”.

Pero sólo un militante lee la historia en términos de sucesivas derrotas, revanchas y victorias, dando por sentado el carácter esencialista y ahistórico de la identidad política con la que comulga. El historiador, en cambio, debe poner esos términos entre paréntesis, y preguntarse si acaso hubo católicos perseguidos, derrotados, luego resentidos y por último victoriosos; si acaso efectivamente existió aquella identidad política católica.

Independencia Económica de la Revolución de Mayo

El COMERCIO EN TIEMPOS DEL VIRREINATO

La apertura del puerto de Buenos Aires

El comercio exterior americano fue 1iberado en el XVIII. Se habilitaron numerosos puertos en América y España. Este sistema, llamado libre comercio español, continuaba siendo un monopolio.

El Reglamento de Libre Comercio de 1778 habilitó los puertos de Buenos Aires y Montevideo para el comercio directo con la metrópoli. El comercio exterior adquirió dimensiones insospechadas. La aduana, institución destinada a controla el comercio exterior y recaudar los derechos de exportación e importación, acrecentó considerablemente la recaudación.
Las nuevas concesiones comerciales

En tiempos de guerra el comercio se paralizaba. Para paliar esta situación se recurría al contrabando, especialmente con los portugueses e ingleses. En 1795 se permitió el comercio directo con colonias españolas y extranjeras.

Monopolistas y librecambistas

Los comerciantes porteños se dividieron fundamentalmente en dos grupos: los monopolistas ligados a las casas comerciales de España, que se oponían a las medidas de liberalización y reclamaban la vuelta al comercio libre español, una vez superados los conflictos exteriores y los librecambistas.

La apertura del comercio con los ingleses

Los ingleses mantuvieron a través del contrabando un intenso tráfico comercial con Buenos Aires. Durante las invasiones inglesas se comprobaron las ventajas del librecambio. Liniers les permitió continuar con las actividades comerciales. Cisneros inicialmente restringió el comercio con los ingleses. La medida tuvo como consecuencia la reducción del comercio y de la recaudación aduanera. Los ingleses presentaron en octubre de 1809 un petitorio para que se les permitiera comerciar. El virrey decidió consultar al Cabildo y al Consulado sobre la conveniencia o no de abrir el puerto. Esta actitud dio lugar a un debate. Los comerciantes españoles peninsulares se opusieron al proyecto. Los hacendados y comerciantes locales recurrieron a Mariano Moreno.

Finalmente una junta aconsejó la sanción del Reglamento del libre comercio de 1809, que permitió el comercio con los ingleses, bajo determinadas condiciones, a través de consignatarios españoles. Los ingresos del tesoro aumentaron en 1810, la situación económica dejó de ser crítica

LOS CAMBIOS ECONOMICOS DE LA REVOLUCION

La revolución se propuso producir cambios, que asegurasen la prosperidad de los cambios. El librecambio sostenía el intercambio estricto con bajos aranceles aduaneros. De esa manera se garantizaría la expansión comercial.

El librecambio y sus consecuencias

La primera junta dispuso una rebaja de aranceles y la habilitación de nuevos puertos para favorecer la exportación directa de cueros. El Primer Triunvirato inició el librecambio sin restricciones. Autorizó a los comerciantes extranjeros a operar libremente en las Provincias Unidas. Las consecuencias de la nueva política económica fueron:

Aumento de las exportaciones de cueros, sebo, crin y carnes saladas

Incremento de las importaciones de productos manufacturados

El valor de las importaciones superó a las exportaciones: la balanza comercial se tornó desfavorable.

Salida de metálico hacia el exterior y escasez del mismo por falta de producción local.

Aumento de la recaudación de la Aduana

Los comerciantes ingleses llegaron a dominar el mercado.
Los comerciantes locales se vieron perjudicados por la competencia de los británicos

Se acentuó la orientación económica hacia el Atlántico. Londres y Liverpool se convirtieron en las nuevas metrópolis comerciales. Razones económicas y políticas obligaron a los gobiernos del período a ceder ante la presión de los comerciantes británicos para evitar toda interrupción del comercio poniendo en peligro la recaudación aduanera y la salida de productos del país.

Unitarios

Partido Unitario fue un partido político argentino de tendencia liberal, que sostenía la necesidad de un gobierno centralizado en las Provincias Unidas del Río de la Plata, llamadas Provincias Unidas en Sud América en la Declaración de la Independencia y después llamada República Argentina, en el siglo XIX.


El unitarismo derivaba del centralismo de tiempos de la independencia y del modelo de estado centralizado que ofrecía la Francia napoleónica, y consideraba que la Nación preexistía a las provincias, y que éstas eran simples divisiones internas con escasa autonomía.
Los unitarios fueron un grupo integrado en su mayoría por la elite de Buenos Aires y de las ciudades que eran capitales provinciales: miembros de la clase alta, intelectuales, militares, etc. Esta clase no tenía adhesión entre la población rural, que era más sensible a la prédica política de los caudillos.
El unitarismo se perfiló como partido durante los trabajos del Congreso Constituyente de 1824, en el que representantes de todas las provincias buscaban organizar un gobierno nacional. Los unitarios buscaban que Buenos Aires fuera la cabeza y capital del país por ser esta la ciudad que contaba con mayores recursos económicos y la más preparada para las funciones de gobierno, ya que había heredado el aparato administrativo colonial del antiguo virreinato. Para los unitarios lo más lógico era establecer en Buenos Aires un gobierno nacional que tomara las decisiones, subordinando a los gobiernos provinciales.
En el aspecto económico los unitarios defendían el liberalismo y el libre comercio como instrumentos de progreso. Querían modernizar el sistema financiero mediante la creación de un banco emisor de papel moneda y la contratación de empréstitos para la ejecución de obras, y proponian que el gobierno nacional dispusiera de todos los recursos económicos, incluso quitándolos a las provincias. Por ejemplo, durante la presidencia de Rivadavia fueron abolidas las aduanas interprovinciales y fueron nacionalizados los yacimientos minerales, con lo cual las provincias se vieron privadas de estas fuentes de ingresos.
El ideal de los unitarios era impulsar el progreso del país sin tomar en cuenta las tendencias tradicionalistas y conservadoras, por lo cual encontraron fuerte oposición entre el clero, los caudillos y la mayoría de los gobernadores provinciales, que vieron amenazada su influencia política. Estos sectores impulsaron el descontento de la población rural contra las reformas propuestas por los unitarios, quienes a su vez no supieron captar al llamado "bajo pueblo".

Federales

En Argentina el original Partido Federal fue un grupo que luchaba para establecer el sistema federal en la República. El federalismo proviene desde tiempos de la revolución de Mayo, y tiene a su líder máximo en la figura de José Gervasio Artigas, fundador de la Unión de los Pueblos Libres más conocida como Liga Federal. Hasta la segunda mitad del Siglo XIX continuó en lucha contra el Partido Unitario para decidir sobre la organización política del país.


El federalismo surge también confuso: en 1811 Cornelio Saavedra con el fin de quitarle el poder a los morenistas llama a un congreso (la Junta Grande) en el cual participan representantes de las provincias del Interior, sin embargo durante la Junta Grande no llega a sancionarse un estado federal; es recién con el oriental José Gervasio Artigas, cuando éste hace públicas las Instrucciones del Año XIII (oponiéndose al segundo unitarismo: el centralismo) para los diputados que debían presentarse en la Asamblea del Año XIII de las Provincias Unidas del Río de la Plata que abiertamente se declara la necesidad de seguir un Sistema Federal de gobierno (inspirado en el de los Estados Unidos); los integrantes del llamado Directorio establecidos en Buenos Aires y suplantando a los primeros unitarios patriotas tomaron (en tiempos de la hegemonía de Alvear y Rivadavia) la bandera del unitarismo para luchar contra el supuesto (según los unitarios de segunda generación o, centralistas) "anarquismo" de "caudillos" como José Gervasio Artigas.
El federalismo era concebido como una forma de organización basada en la asociación voluntaria de las provincias que delegaban algunas de sus atribuciones para constituir el poder central, pero conservaban su autonomía.
Si bien el grupo federal estaba integrado por diversos sectores, la mayoría lo constituían caudillos y gente de las provincias que se oponían al dominio absolutista porteño (es decir de las élites instaladas en la ciudad de Buenos Aires) y algunos a que la citada Ciudad de Buenos Aires fuese capital de todo el extenso país. Los federales defendían las autonomías provinciales: cada provincia debía tener su propio gobierno, constitución, leyes y economía; sin embargo, reconocían la existencia de un gobierno nacional con poder limitado y encargado sólo de algunas cuestiones (por Ej. las relaciones exteriores del país)
En el aspecto económico existía una clara división entre el llamado Litoral argentino y el llamado Interior. El Litoral argentino buscaba el libre comercio y la libre navegación de los ríos interiores, oponiéndose al dominio de los mismos por el gobierno de Buenos Aires, mientras que el Interior proponía el proteccionismo económico de sus incipientes producciones económicas.

Oligarquía Argentina

Si bien el origen de su poder político puede fecharse en 1880 con la presidencia de Julio Argentino Roca,sus verdaderos inicios pueden ubicarse en los albores de la formación de la República Argentina como nación y a fines del período colonial. Sin embargo, exactamente en el momento del reparto de tierras realizado a través de la ley de enfiteusis por Bernardino Rivadavia, es cuando esta clase social comienza a adquirir poder económico.

Económicamente sus integrantes principales son los grandes propietarios de tierras de la provincia de Buenos Aires. Pueden añadirse varios miembros de la clase política que se les asocian, las Fuerzas Armadas y la Iglesia Católica.


Las agrupaciones sociales principales en que se reunieron y se reúnen estos miembros de élite son: la Sociedad Rural Argentina, el Jockey Club, el Club del Progreso y otras de menor alcance como el Círculo de Armas y el Centro Naval.

Si tomamos como punto de partida el año 1880 como bisagra histórica, económica y social, la oligarquía terrateniente estuvo representada sucesivamente por el Partido Autonomista Nacional; luego, con la llegada del radicalismo al poder y ante la disolución del PAN por un grupo de partidos conservadores provinciales agrupados en la Concentración Nacional; y por último por el Partido Demócrata Nacional, conocido habitualmente como Partido Conservador.

Populismo

El populismo es un término político usado para designar corrientes heterogéneas pero caracterizadas por su aversión discursiva o real a las élites económicas e intelectuales, su rechazo de los partidos tradicionales (institucionales e ideológicas), su denuncia de la corrupción política por parte de las clases privilegiadas y su constante apelación al "pueblo" como fuente del poder.
La aparición del populismo como fenómeno social se liga a procesos de rápida modernización o cambio como una postura crítica ante los distintos grados de desarrollo que estos procesos pueden generar en las diversas clases o regiones de un país y en consecuencia una desigualdad en varios ámbitos de la sociedad. El término populismo se ha usado en política con dos acepciones diferentes; una de ellas tiene un significado positivo, pero principalmente se usa aquella con una connotación peyorativa.
En algunos casos se identifica erróneamente el populismo con la demagogia: mientras ésta última está referida al discurso del político buscando influir en las emociones de los votantes, el populismo está referido a la medidas que toma un político, buscando la aceptación de los votantes.

El populismo se refiere a algún movimiento social, el cual pretende que el poder recaiga más en el pueblo llano, es decir, promueve una especie de proto-democratización y anti-elitismo buscando favorecer a los granjeros, los obreros, pequeños emprendedores, bajo clero, sindicatos, capitalistas populares (sin contactos con las oligarquías), las clases media y baja; y menos poder para las élites políticas y económicas corporativistas y caudillistas. El populismo se basa en el apoyo voluntario, las ideas políticas de la cultura autóctona sin necesariamente caer en el nacionalismo, se opone a los imperialismos. Pueden por consecuencia rechazar el desplazamiento social masivo que pueden producir los grandes movimientos de capital o tecnología, así como el rechazo a medidas en torno a reforzar la institucionalidad (excesiva) del Estado unitario o las burocracias profesionales.


En la Argentina, en particular, las dictaduras que derrocaron sistemáticamente a los gobiernos democráticos surgidos desde la aprobación del voto universal y secreto en 1912, lo hicieron con el argumento de que se trataba de gobiernos populistas. En la segunda posguerra, un corrimiento hacía la democracia da lugar en Argentina a una respuesta de los que han dominado la escena hasta recién en un marco autoritario: nacen así el ejemplo más puro de populismo: Juan Domingo Perón entre 1946 y 1955.
Luego de la era de las dictaduras en los años 1970 y 1980, y de la recuperación de la democracia, virtualmente todos los gobiernos o medidas de gobierno que han contado con apoyo popular en elecciones libres, han sido definidos por los opositores a los mismos, como populistas, al punto que "populismo" y "democracia" han llegado casi a identificarse.

Eva Peron, coraje y solidaridad

La suya fue la leyenda más fulgurante, una llamarada en aquel Buenos Aires que tal vez la inventó como colmo de esnobismo. Era el tiempo de las Grandes Despensas Argentinas, del jabón Le Sancy de Dubarry, de la gomina Brancato, de la Gran Pensión el Campeonato, de los domingos del jabón Federal, de los estudios Lumiton y Bayres; de las noches de gala en el Colón con la caravana de Packards, Buicks, De Sotos, con su gente de frac y alta peletería, espléndidas mujeres de espaldas desnudas y gargantillas de diamante. Es la leyenda en tiempos de la calle larga y empedrada y de la noche rasgada en dos mitades por la estrellita del trole del tranvía de las doce con su locura de navío bamboleante, vacío, iluminado para nadie. Y el jazmín, la madreselva y el silbido perdido de un tango. Era la Argentina al fiado, con almacén de libreta negra de hule, aceite suelto y el azúcar y la harina en aquel paquete con repulgue que sólo el gallego podía hacer antes de ponerse el lápiz en la oreja. El colegio a media cuadra con su Sarmiento, su bandera llena todavía de fe y el moño azul con pintas. Noche infinita de poetas angustiados y periodistas. Ortiz designado por Justo para ir preservando la democracia. Stábile, Riganti, Kartulovicz, Arsenio Erico.

Y la leyenda empieza cuando una chiquilina con una valija de fibra baja en la estación del Retiro, con la ocurrencia de nacerse a sí misma, más allá de la lucha de su familia y de la placidez pueblerina de Junín.
Sobre Eva Perón, Evita, recaen "todos los malentendidos de la fama", como escribió Rainer Maria Rilke. Sacralizada por las masas humildes del peronismo, demonizada por la burguesía y la clase media de Buenos Aires. Vetada moralmente por los militares que la consideraron indigna de casarse con su más alto oficial presidenciable. Después de cincuenta años logró superar incluso el homenaje del cine comercial mundializado.

Vive como mito de su personalidad única y como referente constante de toda política solidarista. Insolente, sarcástica, rencorosa, con una elegancia natural que reconoció Coco Chanel cuando le recomendó que no necesitaba "vestirse tanto". Con un sentido nato y hasta temible del poder, tuvo un nacimiento mínimo, fue la "no reconocida" de la troupe de los Ibarguren-Duarte y logró una muerte grande de repercusión universal, homérica. Una muerte en aire de santificación laica y popular.

Fascina su itinerario de contradicciones: ella, la frágil, alcanzó el mayor poder que tuvo mujer alguna de su época (al decir de Agustín de Foxá, ninguna mujer la superó en mando desde los tiempos de la reina Victoria y de la emperatriz regente de China).

Pero en Eva Perón todo sería tenso, sacrificial, pagó con vida la voluntad de enfrentar, desafiar, sobreponerse. Su cáncer sería el resultado de ese desajuste perpetuo entre su pasión y el medio.
Siempre en guerra con el mundo de la hipocresía política y de los privilegios, hizo de la oligarquía porteña el Leviatán, capaz de engendrar y simbolizar todos los males. Inició contra las grandes señoras porteñas una batalla a golpes de trajes de Dior, de Jacques Fath y de joyas prestadas por Ricciardi.

Tuteaba a dignatarios, ministros, embajadores o almirantes según insondables códigos -siempre invariables y precisos- que el cuerpo diplomático extranjero trataba de descifrar.

Su autoritarismo y su personalidad carismática la salvaban de sus lagunas culturales. Sabía lo que le había enseñado Perón sobre historia política, en los largos diálogos en la quinta de San Vicente o lo que recordaba de los libretos históricos escritos por Muñoz Azpiri, en sus tiempos de actriz de radioteatro (el presidente Auriol de Francia se sorprendió de su conocimiento profundo acerca de la relación de Napoleón con María Walewska, uno de los éxitos de Eva en radio Belgrano).

Ese carisma personal (el encanto de un ser que se mueve con poder, sin lograr ocultar su íntima fragilidad) fue advertido por Franco ni bien la vio bajar del avión en Madrid: comprendió que con Eva no iba a tener días fáciles. Quien sería el papa Juan XXIII, el cardenal Roncalli, que la recibió como arzobispo de Nôtre-Dame, quedó impresionado por esa apasionada persona. Le envió a Buenos Aires una esquela que Eva conservó como un relicario bajo la almohada de su lecho de muerte: "Señora, siga en su lucha por los pobres, pero sepa que cuando esa lucha se emprende de veras, termina en la cruz".

Desde que llega a Buenos Aires, Eva decide crearse a sí misma. Se sumerge en aquella ciudad implacable, incesante. Un Buenos Aires mítico, perverso, rico, nocturnal. Saltará de las pensiones más sórdidas al hotel Savoy y por fin al palacio presidencial, el palacio Unzué, en un alucinante periplo en el que la realidad de su poder ocupará sólo seis años: desde el triunfo electoral de Perón en 1946 hasta su muerte en 1952.
Sus años de teatro y radioteatro le enseñan la batalla atroz de aprender a usar a los hombres que la usaban. Se salva de varar en amores mediocres. Vive esa batalla con el resentimiento de la mujer desvalida en una sociedad machista. Se impone con coraje hasta sobresalir creando su propia empresa radioteatral y obtiene sus primeros contratos en el cine.

No viene al caso demorarse en sus batallas . Todo cambió en su vida cuando Homero Manzi -según se afirma- la ayudó a colarse al palco del Luna Park donde se realizaba un gran festival por los damnificados del terremoto de San Juan. Era el 22 de enero de 1944 y ella, sin vacilar, usurpó el asiento al lado del coronel Perón. El sería su gurú, su amante, su esposo, su maestro, su ÔSol´ como diría Eva. Su presencia, volcada puramente a la pasión del poder, le hizo olvidar la mediocridad y el acoso de la fauna masculina del Buenos Aires de sus primeros años.

Eva se apropia del ideario nacionalista y del justicialismo social cristiano que Perón consolida en aquellos meses de 1945, cuando el mundo cambia sustancialmente y se definen las dos líneas que a fines del siglo implosionarán: el marxismo socialista totalitario, y el totalitarismo de un capitalismo implacable (que arrasaría a la Argentina en la última década de la centuria).

Perón enuncia su tercera posición y un reformismo económico solidarista. Cree en la necesidad de un Estado autoritario, entre franquista y mussoliniano. Su nacionalismo nace de la convicción de que el mundo político sigue siendo una milenaria conspiración, disimulada con buenas intenciones, manejada por los fuertes para dominar a los débiles. Lo que para Perón era praxis y teoría política, para Eva Perón consistía en imperativo emocional obstinado e indeclinable.

Desde el triunfo de 1946, basado en la indiscutible mayoría popular, Eva se sintió ungida y transformó su vida en misión. Asumió el poder (de facto, porque no tuvo ningún cargo oficial) con la furia del justo que lucha contra el Mal (incluido el mismo aparato de poder estatal tradicional en cuanto instrumento de dominación y demagogia).

Se transforma en un Rimbaud de la política: una mística del bien en estado salvaje. (El mismo Perón se frena varias veces ante ella.) Es intransigente. Ni las astucias de Maquiavelo ni las estratagemas de von Clausewitz, a las que era tan adicto su marido, la incitan a transacción política alguna. Perón triunfó y gobernó y creó una doctrina. Pero Eva voló, intentó el sueño de transformar el poder en realidad de acción solidaria.
El pueblo humilde la empieza a reverenciar como a una madre Teresa con tailleurs franceses.
Su legado

Eva pierde todo sentido del realismo transaccional de la política. Como dijo de ella su amigo de los últimos diálogos, el padre Benítez, "le dolía el dolor del otro como propio". Le parece absurdo todo poder humano que no priorice el dolor inmediato. Aquí y ahora. Su Fundación Eva Perón se transforma en una enorme usina para recibir todas las señales de frustración y dolor del país. Las mecanógrafas se relevan en tres turnos de ocho horas para responder infinidad de pedidos y cartas. Se envían juguetes, zapatos, máquinas de coser, órdenes de internación, muletas, becas, dentaduras postizas, frascos de penicilina a Indonesia, mantas por el terremoto en Perú.

Eva trabaja veinte horas. Sólo entiende el poder como poder dar. La otra Eva, la del traje de Dior en la gala del Colón, queda sepultada por esta pasionaria desvelada, con el pelo tomado en un rodete, capaz de los discursos más entrañables de la historia política argentina en su diálogo con su mayoría humilde. Hay asistencialismo en grande (un poco a lo Robin Hood) cuando exige y casi extorsiona a los empresarios, cuando confisca toneladas de papas o manzanas, cuando se expropian hoteles de turismo para crear colonias de vacaciones infantiles.

Eva se siente democrática, ungida por el demos , pero no respeta las reglas de un republicanismo que le resulta hipócrita: quienes acusan a los Perón de corruptores de la democracia argentina son quienes desde 1930 gobernaron con el poder militar y con el "fraude patriótico" que ese caballero honesto que fue el presidente Ortiz tal vez no pudo soportar... El sentir democrático y misionario fue el centro de la intolerancia de Eva, la fuente de su intratable maniqueísmo.

A las tres de la madrugada, deshecha por veinte horas de trajín, detiene su Packard ante un umbral y carga a toda una familia desvalida. La aloja en un Hogar de Tránsito (de los fundados por ella para recoger y reubicar a los indigentes) y a las seis, con el amanecer, entrará en la residencia presidencial, cuando Perón sale para la Casa Rosada.

Eva muere dándose.

El balance de este medio siglo no puede omitir un hecho anticipatorio y central: su feminismo intuitivo y visceral.

En tiempos en que el feminismo era una lucha incierta de las mujeres argentinas, ya desde el año treinta, Eva fue capaz de irrumpir con estos propósitos insólitos para la época: "Nosotras estamos ausentes de los gobiernos. Estamos ausentes de los parlamentos. [...]. No estamos ni en el Vaticano ni en el Kremlin. Ni en los Estados Mayores de los imperialismos. Ni en los laboratorios de energía atómica. Ni en los grandes consorcios. Ni en la masonería. Ni en las sociedades secretas. No estamos en ninguno de los grandes centros del poder mundial. Y sin embargo estuvimos siempre en la hora de la agonía y en todas las horas amargas de la humanidad. Parecería como si nuestra vocación no fuese la de crear, sino la del sacrificio".
Tal vez su mayor consecuencia política, aparte de la señalada sumisión de todo poder político al inmediato mandato de bien común y solidaridad, pasa por la creación del Partido Justicialista Rama Femenina, donde las mujeres argentinas se encontraron y analizaron su condición sin la presencia de esposos, padres, hermanos o amantes. Fue un verdadero ámbito libre en el que la mujer expresó y analizó los problemas y postergaciones y en el que, por primera vez en Iberoamérica, la mujer argentina asumió puestos profesionales y ocupó un lugar de respeto nunca alcanzado antes.

A los 33 años, después de una agonía dolorosa, Eva murió el 26 de julio de 1952, en un Buenos Aires de lágrima y aguacero. Se llevó con ella su secreto nodal, epicentro de su angustia.
Si el peronismo sigue teniendo algún significado positivo en la vida argentina, ello se debe a la pasión, al corazón y al coraje de Eva. En este país desmantelado por el seudo-liberalismo mercantilista su mensaje sigue siendo permanente. Son las dos palabras que siente nuestro pueblo en esta hora decisiva: coraje, solidaridad.
En su último momento de conciencia omitió una frase célebre (del tenor de: ¡Ay Patria mía!). Prefirió ser leal a su feminidad indeclinable. Llamó a su manicura Sara Gatti y es ésta quien lo cuenta: "La Señora me dijo: Oh Mirá Sara, es una orden, dentro de un rato van a entrar todos porque me voy a morir y después te van a llamar para prepararme. Vos me sacás este rojo chirle que tengo en las uñas y me ponés ese Queen of Diamonds transparente que te hice comprar. El de Revlon´".

Por Abel Posse

Proceso Transformador de Perón

Los párrafos iniciales de Osvaldo me permiten una consideración que, en cierto modo, incluye los ejes del problema: al igual que el gran historiador, mi padre cumplió este año sus ochenta años.

El hombre en cuestión empezó a trabajar a los siete años, repartiendo la ropa que su madre, mi abuela, lavaba, planchaba y cosía “para afuera”. Desde entonces hasta su jubilación no dejó de trabajar: a partir de 1945, ya hasta el presente, sostuvo siempre la identidad peronista y jamás tuvo cargos políticos en administración alguna.

¿Porqué tanta insistencia con esa identificación? Básicamente porque con el advenimiento del peronismo su vida de trabajador común se dio vuelta, se trastrocó. Al punto que, habiendo podido estudiar apenas hasta cuarto grado, se dio el lujo de lograr que sus dos hijos -mi hermana y yo-cursasen estudios universitarios.

Jamás lo ignoró: el haber llevado una vida familiar digna, con salarios adecuados, techo y libros, fue parte de la gigantesca esquirla dejada por los diez años de gestión peronista, que desataron las fuerzas productivas nacionales e incluyeron en la ciudadanía y el consumo a quienes la organización oligárquica previa apenas ofrecía un destino miserable. Es que Perón no dio limosnas: entre otras cosas, generó las condiciones para que existiese trabajo. Trabajo socialmente útil, bien remunerado y socialmente reconocido.

La potencia de las transformaciones canalizadas por Juan Domingo Perón y exigidas por trabajadores de las más diversas orientaciones y orígenes permitió establecer un esquema productivo que no logró ser desarticulado por las fuerzas imperiales y conservadoras hasta 1976, cuando superan la energía utilizada en 1955 y quiebran el Estado Nacional y la industria argentina.

Esas transformaciones con epicentro productivo tuvieron su correlato en las áreas de educación, salud, protección social, deporte, así como en aspectos institucionales de trascendencia (voto femenino, ley de divorcio, participación sindical en la vida pública, búsqueda concreta de inserción argentina en América latina) que superaron los beneficios obtenidos por los países centrales durante un extenso período.

(Digresión. Hace pocos años, dialogando -más bien indagando y aprendiendo-con Fidel Castro, le pregunté específicamente por Perón. Su respuesta fue: “Cada vez que tuvo que actuar políticamente, lo hizo a favor nuestro”. Acto seguido recomendó a quien esto firma y a varios colegas que se encontraban presentes, que “tienen que reivindicar al plan económico de Perón, especialmente lo que hizo Gelbard, un gran hombre que los argentinos no siempre recuerdan”.

No sé si la anécdota servirá como aporte, o simplemente, en la visión de Osvaldo Bayer, contribuirá a un argumento del tipo “entre stalinistas se entienden”. Lo cierto es que se trató de uno de los momentos más importantes de mi vida y a riesgo de caer en el uso de mencionar una autoridad política sumamente respetable de nuestro continente, no pude ni quise obviar esta mención.)

Sigamos. Desde un comienzo el gobierno peronista estuvo parcialmente ocupado por figuras burocráticas que se situaban a contramano de las modificaciones revolucionarias impulsadas por el Líder y su Pueblo. Cierto es que Perón resultó responsable de tales presencias, muchas de las cuales lo traicionaron después del 55. Y es verdad que la designación de José López Rega y otros sectores conservadores se constituyó en un hecho absolutamente perjudicial para el país todo y especialmente para los trabajadores.

Quien conoce el movimiento social argentino en la actualidad, comprende que amplias zonas de nuestro pueblo han tomado nota de aquellas realidades. Luego me referiré a la cuestión.

El problema es si el ciclo peronista en su conjunto merece ser valorado por esas acciones, sustentadas en el criterio de controlar el poder político y evitar el desarrollo de organizaciones poderosas que contrastaran con su liderazgo, o si merece ser considerado por los gigantescos logros económicos, sociales, institucionales y culturales obtenidos. Logros disfrutados por la mayoría de la población argentina; aún por quienes se negaron a reconocerlos.

A la hora del balance parece necesario recordar que los golpes de Estado de 1955 y 1976 estuvieron específicamente enfocados a la desarticulación de esas victorias populares. Si Perón y el peronismo hubieran sido efectivamente caracterizados por aquellas acciones negativas ¿para qué generar movimientos oligárquico militares tan intensos, si bastaba con sostener a un gobierno de derecha, encima respaldado masivamente?

Si Perón fue lo que Bayer sostiene que fue, el poder económico en nuestro país hubiera tenido todos sus problemas resueltos desde 1946 en adelante y no hubiera desatado tormentas contra el pueblo buscando quebrar el modelo peronista, y condenando a la cárcel, el exilio, el asesinato y la desaparición a miles de sus mejores militantes y dirigentes.

La obra social desplegada por el peronismo entre 1946 y 1976, que no logró desmembrarse tras el golpe del 55, es más profunda que la dejada por el respetado Salvador Allende en Chile, sin por esto intentar un choque entre la reivindicación de ambos líderes populares. Pero es preciso admitir que el cambio económico social registrado en los 40, período en el cual nuestra Patria pasó de ser una semicolonia agropecuaria a una Nación industrial de desarrollo medio, es determinante a la hora de proyectar lo que viene.

Finalmente, y en la misma dirección: otro de los objetivos del avance oligárquico e imperial de 1976 fue, precisamente, barrer del peronismo los elementos transformadores que estaban decididos a no retroceder en los beneficios alcanzados y a profundizar esos lineamientos hasta concretar una definitiva independencia. Es decir, permitir el control absoluto del movimiento peronista por parte de quienes Osvaldo engloba como la derecha peronista y en verdad siempre constituyeron una vertiente liberal, conservadora y burocrática en esta corriente. El menemismo es, sin duda, la coronación de esa política.

Entre el 17 de octubre de 1945, el Cordobazo de mayo del 69 y las jornadas del 19 y el 20 de diciembre del 2001 el pueblo argentino ha ido aprendiendo que la autonomía en la toma de decisiones es un valor importante. Ese nuevo camino que se está abriendo con dificultades no podrá renegar de las victorias alcanzadas en otros tiempos. E irá elaborando un andar equilibrado, que le permita adoptar su propia orientación sin descartar la organización política y la lucha institucional.

Ese equilibrio en la valoración de la propia historia será determinante, porque las nuevas generaciones de luchadores comprenderán que no nacieron del vacío, sino que encarnan las mejores tradiciones del movimiento popular argentino.
De otro modo, si se impone la descalificación de las experiencias anteriores, tendrán que afrontar a tientas el futuro, porque un pueblo que cree no tener una historia digna se encuentra desguarnecido ante los nuevos desafíos.

Ahí está el problema, estimado Osvaldo; y los historiadores tienen una función importante que cumplir en la transmisión de la memoria popular.

Nuestra historia no ha sido apenas una cloaca plagada de perdularios, como el sistema cultural autodenigratorio pretende hacernos pensar. Ha tenido, también, grandes victorias colectivas, logros que otros pueblos por dignos que fuesen no lograron concretar; y hombres que pudiendo acomodarse a los intereses de la gente decente y principal, resolvieron enfrentarlos y hacerse eco de las necesidades de los más humildes. Uno de esos hombres fue Juan Domingo Perón.

Sus errores no anulan su obra. Y sus Tres Banderas, mantienen vigencia.

Rol e Importancia de Eva

La importancia de Evita y su influencia como figura en la sombra del poder se hizo notar a la brevedad. El 12 de octubre de 1945, Perón es detenido y encarcelado en la isla de Martín García a causa de un golpe militar, y en unos días llenos de acción, la escena política argentina cambió radicalmente. Eva encabezó una gran campaña de agitación en los medios laborales para conseguir la excarcelación. Miles de "descamisados", fueron traídos al centro de Buenos Aires en medios de transporte coordinados por Eva, y gritaron en la plaza de Mayo por la liberación de su héroe. El 17 de octubre Eva logró que liberen a Perón.

Los "descamisados" adoraban a Evita y el poder que ella tenía sobre ellos era indispensable para Perón y consumó su casamiento en secreto con el general el 21 de octubre de 1945.

En las elecciones generales del 25 de febrero de 1946, Juan Domingo Perón fue elegido Presidente de Argentina, con una ajustada ventaja sobre la Unión Democrática, coalición formada por los radicales, los socialistas y los comunistas. El Presidente le dio a su esposa una oficina en la Secretaría de Trabajo y desde allí ella empezó a ganar el control completo de los sindicatos y del organismo administrativo central (C.G.T). Viajó por el país dando discursos y compartiendo reuniones con otras personalidades del partido; también dedicó gran parte de su tiempo a los derechos de la mujer.

Campaña del Desierto

Sufragio Universal

Evita realizó un importante empuje en favor del sufragio femenino, que hasta entonces sólo se daba en la provincia de San Juan. A pesar de la negativa de las fuerzas opositoras, que veían en tales proyectos una finalidad electoralista, el 9 de septiembre de 1947 la ley 13.010 consagró la igualdad de hombres y mujeres para elegir y ser elegidos.

El 11 de noviembre tienen lugar las elecciones presidenciales, en las cuales por primera vez votaron las mujeres de todo el país; incluso a Evita se le alcanzó una urna a su cama para que pudiera votar también. Perón, acompañado por el vice Hortensio Quijano, fue reelecto por más del 60% de los votos. Las mujeres no sólo eligieron sino que también fueron elegidas: 23 diputadas nacionales, 6 senadoras nacionales, y si se cuentan a las legisladoras provinciales fueron electas 109 mujeres.

Comunidades Aborigenes

“Las comunidades, pueblos y naciones indígenas son aquellos que, teniendo una continuidad histórica con las sociedades previas a la invasión y colonización que se desarrollaron en sus territorios, se consideran a sí mismos distintos de otros sectores de las sociedades que prevalecen actualmente en esos territorios, o en partes de los mismos. En la actualidad constituyen sectores no dominantes de la sociedad y están determinados a preservar, desarrollar y traspasar a futuras generaciones sus territorios ancestrales y su identidad étnica, como base de su continua existencia como pueblos, de acuerdo con sus propias pautas culturales, instituciones sociales y sistemas legales".


Es muy importante destacar que el rasgo distintivo de los pueblos indígenas es su aboriginalidad, esto es, la característica de ser los primeros habitantes de los territorios que habitan.

Las comunidades indígenas expresan día a día su voluntad de preservar la diferencia cultural que los distingue de otros grupos sociales y se encuentran decididos a fortalecer sus instituciones sociopolíticas para conseguirlo. Al mismo tiempo, aspiran a desarrollar, en el seno de las sociedades nacionales de las que forman parte, nuevas pautas de convivencia social en la diversidad.

Para tal fin reivindican una nueva normativa que dé cabida a sus "derechos especiales" sin menoscabo de los demás derechos del ciudadano.

Por ser sociedades aborígenes, los pueblos indígenas no sólo reivindican la ocupación continua de tierras ancestrales o al menos de parte de ellas, sino también la calidad del vínculo que los une. Las tierras, el hábitat, el paisaje, el territorio, son la condición indispensable para el mantenimiento de su identidad como pueblo

Los pueblos originarios fueron incorporados en masa al Estado argentino como pueblos sometidos y ocupantes precarios en sus propios territorios. Fueron obligados a adoptar una religión y un estilo de vida que no les era propio. Fueron convertidos en productores de subsistencia y/o proletarios rurales. Por efecto de procesos regionales de migraciones forzosas un importante porcentaje de sus miembros vive en áreas urbanas y suburbanas donde es usual que deban ocultar su identidad para evitar el maltrato y la discriminación.

Hace relativamente poco ha comenzado una acción más decidida y, a la vez, sostenida, en favor de los pueblos indígenas. Esto ha sido esencial en la afirmación del indigenismo y la consecuente aparición en la vida pública en nuestras sociedades americanas. Podríamos señalar que en nuestro país es a partir de 1990, cuando el indigenismo comenzó a tener impulso. La reforma de la Constitución del año 1994; la suscripción y ratificación del Convenio 169; y el depósito de los instrumentos de su ratificación en Naciones Unidas así lo demuestran..

Lola Mora, transgresora y genial

Dos tucumanos, coterráneos de la célebre Lola Mora, abogado y periodista el uno, especialista en artes plásticas, la otra, unieron recuerdos y esfuerzos para escribir una biografía de la escultora, que acaba de publicar Editorial Planeta.

La imagen de Lola Mora marcó la infancia y el interés de Carlos Páez de la Torre (h.) y Celia Terán, quienes supieron siempre de su misterio alimentado por una vida transgresora y audaz.

El libro recoge numerosos documentos y testimonios sobre una artista que fue, sobre todo, una mujer de energía arrolladora.

-¿Por qué Lola Mora?

Terán: -Como yo hago historia de las artes plásticas en la Universidad de Tucumán, Lola fue siempre un personaje muy presente, sobre quien investigué durante 20 años. Hubo, además, otros datos familiares: mi bisabuelo fue testigo del casamiento de Lola Mora. Sobre ella se han escrito cosas francamente inexactas.

Páez: -Mi bisabuelo materno, Alberto de Soldati, quería mucho a Lola Mora y ella también a él. A tal punto que le regaló el busto que hizo de sí misma, y que adornaba mi casa. De chico pensaba que Lola era un personaje sólo de mi casa.

-¿Cuáles son las anécdotas sobre su vida que más los conmovieron?

Páez: -A mí me impresionó cuando Lola trató de afiliarse a la masonería, a la Logia Estrella de Tucumán, una organización masculina por excelencia, donde la rechazaron por ser mujer. Su vida fue una peripecia, no hay que olvidarse de que ella se fue a estudiar pintura a Roma, con una beca oficial, como una pobre chica, y cuatro años más tarde regresó a Buenos Aires con la Fuente de las Nereidas (ubicada sobre la avenida Costanera).

Terán: -Me llamó la atención su audacia y su estilo personal para vestirse. Las crónicas de la época decían que usaba babuchas turcas, pero era el típico traje salteño, con bombachas como las de Los Chalchaleros. Era una mujer con una idea clarísima sobre cómo vender su imagen. Quería ser la escultora de gran nivel y tenía una enorme seducción. Rompía absolutamente con las convenciones sociales de su tiempo.

-¿Por qué la ignoran los críticos y los artistas?

Páez: -Lola Mora jamás vivió como se suponía que debía vivir un artista. En Roma, donde sus colegas habitaban en buhardillas, comían en bodegones y carecían de dinero, ella se codeaba con la nobleza y comía en los mejores lugares. Jamás le importaron los críticos argentinos de arte, no tenía amigos artistas y se rodeaba sólo de la gente que encargaba y pagaba sus esculturas, que era el gobierno.

Terán: -El edificio donde tuvo su primer taller en Roma era soberbio. También lo era la casa que construyó, bajo su propia dirección, a dos cuadras de Via Veneto, la cual llamó la atención de la reina Elena, que pidió conocer a Lola.

Cuando el poder conservador se eclipsó, la vida artística de la escultora tucumana cayó en desgracia. Lejos de amilanarse, vendió todo y orientó su arrolladora energía hacia mejores empresas: el cine, la urbanización, la exploración de petróleo en Salta.

Una mujer singular para la rígida moral de principios de siglo, quien -según Páez de la Torre y Terán- "rechazó de plano el destino que le aguardaba en Tucumán, de juiciosa docente pintora de naturalezas muertas, y se dispuso a hacer una carrera, con una voluntad indomable y dispuesta a cualquier sacrificio".

Susana Reinoso